... y no se lo tragó la tierra (
¿Qué podemos destacar de él?: Que su brevedad contrasta con su inmenso contenido, que tiene una estructura narrativa poco habitual, y que combina una aparente sencillez tanto argumental como de lenguaje, con una enorme profundidad de discurso sobre la construcción de la identidad chicana, tanto la individual como la colectiva.
[Antes de continuar, indicar que en todas las fuentes que he consultado, se refieren a los chicanos como mexicanos-americanos, o
mexican american. Para mí sería más adecuado decir mexicanos-estadounidenses, pero voy a respetar la forma común y extendida].
Creo que la mejor forma de ilustrar la profundidad de este escueto libro es hacer analogías con otros de temática similar. Por una parte, el escenario presentado entronca directamente con el que John Steinbeck mostró en su
"Las uvas de la ira" (1939)
, la de los trabajadores agrícolas a quienes la necesidad impulsa a recorrer el país en medios de transporte precarios padeciendo discriminación y graves injusticias, y sufriendo además un proceso de desarraigo y pérdida de la identidad. Por la otra, yo le encuentro un paralelismo notable con
"Memorias dun neno labrego" (1961) de Xosé Neira Vilas [El libro en gallego más vendido y traducido] en el que Balbino, un niño que vive en una pequeña aldea gallega, narra también en primera persona, y monologa la mayor parte del tiempo, la crudeza de su vida, y las penurias y estrecheces que él y su familia padecen, a la vez que sus sueños e ilusiones.
Pero comparte con ambas el espacio para la esperanza, para el augurio de un futuro mejor, y para el sentimiento de poder superar cualquier adversidad y salir fortalecido de ellas. Vamos, lo que en psicología se denomina
resiliencia.
A nivel formal, el autor emplea un lenguaje muy sencillo, muy pocas descripciones y construcciones simples, reflejando la forma de expresarse y de pensar de los protagonistas, humildes aparceros mexicanos-americanos, y tiene un carácter eminentemente oral, cuajado de interjecciones y de modismos propios de la palabra hablada, no de la escrita.
La estructura del libro es inusual: capítulos breves, alternando la narración de varios personajes, e intercaladas entre ellos, pequeñas escenas, de apenas media página de extensión, sin título, que tanto pueden ser fragmentos de conversaciones, como escuetas narraciones, y que cuentan situaciones concretas de la realidad del colectivo protagonista, denunciando un aspecto concreto de la misma, que a mi personalmente me recordaron a las viñetas de humor amargo, mordaz y costumbrista del titánico artista gallego
Castelao (de quién quizás hable con extensión otro día), tituladas
"Cousas da vida":
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"Si me tocase a mí la lotería, compraba pan..." |
El estilo narrativo principal de la obra es, como ya dijimos, el monólogo interior. El personaje desgrana sus pensamientos, y nos transmite la acción a través de ellos, no de una narración propiamente dicha. Hay alguna excepción, como los capítulos
"Los quemaditos" o
"El retrato", que poseen una narración en tercera persona más convencional, pero igualmente muestran en gran proporción los pensamientos de los protagonistas, y están repletos de diálogo. El protagonista no monopoliza la narración, sino que conoceremos la perspectiva de los diferentes miembros de la familia y otros personajes, siempre a través del citado monólogo interior.
La pérdida de identidad, la deshumanización del colectivo protagónico viene mostrada, a mi parecer, por el hecho de que nunca sabemos el nombre del protagonista, de sus padres o de sus hermanos (sólo a uno de ellos se referirán como
"el Chuy" pero no está presente)
. Vemos como los trabajadores mexicanos-americanos son tratados como masa, se pierde la individualidad. Cobran sueldos de miseria, deben desplazarse continuamente dependiendo de las campañas agrícolas, viajan en
trocas (camiones desvencijados) donde se hacinan hasta cuarenta personas que permanecen de pie durante cientos de kilómetros, duermen en el suelo en
gallineros (barracones), y trabajan largas jornadas al sol sufriendo deshidratación e insolaciones, incluso los niños pequeños. Están sujetos a mortales accidentes de tráfico, a la usura, a las estafas, a la indefensión ante la ley, al permanente
"I don´t like mexicans because they steal". La situación me recordó al momento a la que padecían los jornaleros gallegos que se desplazaban a Castilla en la época de siega (
"¡viajeros al tren, gallegos también!"), que protagonizaban los refranes y estereotipos más despectivos (
"¿rogaste a gallegos?, ya no puedes ir a menos"), y que Rosalía de Castro inmortalizó en el poema
"Castellanos de Castilla".
La sensación de injusticia se acentúa cuando el pequeño protagonista monologa el relato
"Y es que duele", que se centra en la situación de los niños mexicanos-americanos en el sistema escolar. La desigualdad de ser un "sospechoso habitual", la humillación de los continuos exámenes médicos en busca de parásitos, el desconocimiento del idioma o el continuo cambio de escuela, producto del incesante desplazamiento de su familia en busca de trabajo. Recordemos además que en teoría son ciudadanos de pleno derecho, pues tienen nacionalidad estadounidense (el citado
Chuy fue enviado al frente en la Guerra de Corea, transmitiéndome a mí por lo menos la sensación de "para eso sí que se acuerda de ellos el Gobierno"). Estos mexicanos-americanos se refieren a los inmigrantes ilegales como "mojaditos".
La paradoja de
"...y no se lo tragó la tierra" viene de mano de que son precisamente la dura realidad, la desubicación y la aparente pérdida de identidad las que propician que el protagonista, que a mi entender simboliza a todo el pueblo mexicano-americano, encuentre finalmente su identidad, que no es otra que la del
chicano, identidad que Tomás Rivera defendió en sus trabajos tanto de ficción como de no-ficción, y a cuyo desarrollo e integración dedicó toda su vida y su carrera profesional.
De esta manera,
"...y no se lo tragó la tierra", considerada por los expertos la obra central de la literatura chicana (yo no puedo opinar por ignorancia, lo siento) es un llamado a recuperar y defender la identidad chicana, nacida de la mezcla del origen mexicano y la vida en los Estados Unidos, sobre todo en Texas. Cabe decir que el libro, sin ser autobiográfico, sí refleja vivencias propias del autor, hijo de trabajadores agrarios mexicanos-americanos, y que él mismo fue jornalero siendo niño.
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Trabajadores agrícolas chicanos de la época . Nótese la corta edad de los niños |
Y voy a decir un punto negativo del libro, algo que no me gusta: la Portada. No por la ilustración, que me parece una muestra de arte naif muy correcta y plástica, sino por el diseño, que lo veo poco profesional. Como ya dije en el IMM de Agosto, parece hecha con el MSPaint en cinco minutos, y si la ilustración fuese a página completa me gustaría mucho más.
En esta ocasión no he subrayado ningún párrafo, sino que todo el libro en su conjunto es destacable. No tiene desperdicio. Pero veamos algunos ejemplos: